La idea surgió después de un vendaval, un tornado, una tormenta. El clima había golpeado fuerte un monte de eucaliptus que había en el ingreso al establecimiento La Mara, cerca de San Blas, y había dejado en el piso a casi una veintena de ejemplares.
La pérdida de todos esos árboles que, además de sombra y darle un mayor atractivo al lugar, servían como una cortina natural contra el viento y la erosión patagónicos, hizo que el productor ganadero Daniel Ciampinelli comenzara a pensar en la forma de recuperar lo perdido. Casi instantáneamente, se dio cuenta de que podía hacer mucho más: ¿Por qué recuperar solo la arboleda perdida, cuando se podía ir mucho más allá?
Ante este cuestionamiento, la idea llegó casi naturalmente: con cada ternero de pedigree que naciera en su establecimiento, o en otros con que cuenta en la zona de Guardia Mitre (Río Negro), va a plantar un árbol. Y no solo eso, sino que otros cabañeros de la región, enterados de la iniciativa, piensan imitarla. Incluso, varios establecimientos educativos rionegrinos y de Patagones quieren sumarse al proyecto.
El proyecto no es desconocido, aunque con otros matices. De hecho, en varios distritos de la provincia de Buenos Aires y de todos los territorios argentinos, hace años que existe la costumbre de plantar un árbol por cada niño que nace en la localidad.
Normalmente se establece un día para llevar a cabo la plantación y son los padres de cada uno de los nacidos durante ese año los encargados de poner el ejemplar; además, se promociona que las mismas familias lo vayan cuidando conforme vaya creciendo.
El plan de Ciampinelli, entonces, es similar, aunque con algunas diferencias. Pero prendió tan bien entre sus pares que desde la Asociación Argentina de Criadores de Angus comprometieron su apoyo: su presidente Alfonso Bustillo, aseguró que la entidad va a donar los árboles para la plantación que surja de los primeros terneros Angus de este año. Todavía se espera un apoyo similar desde Hereford, pero desde la gobernación de Río Negro y el municipio de Patagones ya adelantaron que acompañarán el proyecto.
“Todo surgió porque un tornado me volteó una parte de una hermosa arboleda de eucaliptus que tenía en el ingreso al campo. Todo esto me hizo reflexionar y, hace un par de meses, les conté a mis hijos que iba a tratar de ayudar en lo que más pudiera, y que cada vez que naciera un ternero de pedigree en el campo, iba a plantar un árbol”, recuerda Ciampinelli.
Más allá de su idea, lo que más lo terminó sorprendiendo fue cómo tomaron el proyecto otros productores conocidos suyos, que enseguida dijeron que iban a hacer lo mismo.
“Cuando empecé a comentarlo, muchos me dijeron que les gustaría acompañarme. Entonces, me acerqué a las asociaciones de Angus y Hereford, a las entidades rurales de Patagones, al gobierno de Río Negro y hablé con funcionarios de Ganadería y Forestación. Desde el municipio de Patagones me dieron todo el apoyo para la iniciativa”, cuenta.
Al respecto, señaló que la idea permitiría luchar contra una realidad dura que últimamente está poniendo en jaque al sector sur de la provincia de Buenos Aires: la desertificación.
“Quienes vivimos en la Patagonia sabemos de climas difíciles y últimamente la erosión del viento es cada vez peor. Entonces, si planto una cortina de árboles contra el alambrado del vecino, me estoy cuidando yo y también a él”, dice Ciampinelli.
El siguiente paso del proyecto es integrar la idea a toda la comunidad, sobre todo a las escuelas de la zona.
“Seguramente que, de los árboles que plantemos nosotros, no vayamos a poder disfrutar de su sombra, pero sí estamos dejando un pequeño legado, por más chiquito que sea. Pero para los chicos que van a plantar ese árbol y tienen 6 años de edad probablemente sea distinto”, sostiene.
Al respecto, señala que este sería un aporte desde la ganadería, y no de parte de una cabaña o una asociación de productores.
“Todos los ganaderos nos tenemos que sumar a esto. Acá no hay un fin económico ni nada parecido. Además, dentro del acuerdo, nos comprometimos a comprar los árboles que plantemos a los viveros municipales”, comenta.
Eso sí: cada especie que se implante deberá ser autóctona, por más que en algunas zonas pueda ser más complicado que consigan sobrevivir.
“Esto no lo hacemos por el mito que existe sobre la ganadería y los problemas en el medio ambiente que dicen que provocamos. No lo hacemos porque sintamos culpa. Yo entiendo que mi ternero de pedrigree mejora la raza y la carne, y posiciona a la país con una genética estupenda; no lo hago con culpa, sino porque lo siento. Creo que muchas empresas y actividades industriales deberían sumarse y hacer cola para colaborar”, concluye Ciampinelli.
Foto principal: productor ganadero Daniel Ciampinelli.
Fuente y texto: Hernán Guercio / Diario La Nueva. / Bahía Blanca