Francisco Iguerabide tiene el campo en el distrito de General Villegas, en el norte de la provincia de Buenos Aires, casi al límite con Córdoba. La Escuela Rural Nº 38 Sargento Cabral está ubicada a 5 kilómetros de su casco, pero desde hace meses está aislada por las continuas lluvias.
“Había que dar una respuesta. Me enteré que las familias vecinas se iban del pueblo porque los chicos perderían el colegio y que si quedaban pocos iban a cerrarlo. Como tengo una casa en el campo, se la mostramos a la maestra y firmamos un convenio para que den clases hasta que se solucione el problema”, dijo.
La casa tiene calefacción, aire acondicionado, electricidad, heladera y cocina.
“Lo hicimos por un fin social, no sólo para la escuela. Sin caminos no hay empresa porque nadie puede vivir aislado”, agregó.
Las maestras de la Escuela Rural Nº 38 son Analía Scott y María Estela Martínez, quien pertenece al JIRMM Nº 13. Ella residen en Charlone, una localidad de 1.300 habitantes, desde donde —hasta hace dos meses— debían trasladarse hasta la escuela, no sin antes sortear dificultades y nuevas rutas para eludir los cortes provocados por el agua.
El cambio de edificio escolar agravó la situación. Desde el 1 de agosto último deben recorrer alrededor de 75 kilómetros de ida, y otros tantos de vuelta, para dar la clase en Renania II, tal el nombre de la estancia.
“Sí, es cierto, hacemos más kilómetros, pero lo bueno es que los chicos no pierden días de clase. Por fortuna apareció Francisco (por Iguerabide)”, dijo Scott.
Son cuatro los alumnos, cuyos padres trabajan en el campo, que asisten a la escuela: las mellizas Zoe y Priscilla Mauriño, Ariana Morales y Valentín Monzón.
Analí y Estela salen de Charlone en un utilitario (Kangoo o Berlingo), o en una moto, y realizan un mini Dakar por caminos rurales, sendas adaptadas, barro, tierra removida y algo de asfalto. Todos los días hábiles.
Las maestras van de Charlone a Buchardo y de allí a Melo, estos últimos situados en la provincia de Córdoba.
Luego se dirigen al campo de Iguerabide. Cruzan por varios campos, atraviesan tramos por encima de las vías, saltan alambrados y, más de una vez, deben ser auxiliadas por un tractor.
“¿Quién paga el costo de cada viaje? ¡Nosotras! —dijo Analía—. Es cierto que por ahí casi cambiamos la plata, pero estamos al servicio de la docencia. Nos hemos comprometido, y no pensamos abandonar ahora. La experanza es que alguna vez cambie el clima”.
Iguerabide, quien fue presidente —por dos años, hasta junio último— de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA), dijo que cuando se participa en instituciones lo importante es estar al servicio.
“Cuando se piensa así es más fácil darse cuenta; es ver lo que necesita el otro y no lo que yo tengo ganas de darle”, sostuvo el dirigente residente en la localidad de Laboulaye, quien está casado con Malena y tienen tres hijos: Teodelina (14), Juan Cruz (12) y Martín (9).
Por Guillermo D. Rueda / [email protected]
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