La última semana se conmemoró el día de conservación del suelo en homenaje a Hugh Hammond Bennett (fallecido el 7 de julio de 1960), pionero de la conservación del suelo en su país y en el mundo. Fue el primero en relacionar la calidad y fertilidad del suelo con la erosión a principios del siglo pasado cuando trabajaba en Virginia para el USDA, Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
En la década del 20, años que las buenas lluvias acompañaba, escribía en medios científicos y de divulgación general alertando sobre la erosión de los suelos en su país discutiendo con colegas que se oponían a su criterio, incluso un superior lo enfrentó afirmando que el suelo “es el principal activo de la nación indestructible… el único recurso que no puede ser exhausto”.
En los años 30, en los tiempos de la gran depresión económica, se observaron años de sequía en que los vientos, acompañados con las malas prácticas culturales de aquella época, arrastraba toneladas de suelo del medio Oeste a grandes ciudades como Chicago, Nueva York y Washington. Se cuenta que una de esas tormentas ennegreció Washington cuando Bennet declaraba ante el comité del Congreso sobre el problema.
La dificultad se magnificó cuando el Estado le cedió tierras a miles de agricultores que se trasladaron hacia el Oeste buscando nuevos horizontes económicos. Región donde los pastos naturales con sus raíces conservaban el suelo, pero ante el arado y la falta de lluvia en poco tiempo se destrozó el suelo virgen que la naturaleza necesitó siglos para crear. Tormentas de arenas que oscurecían el cielo en tanto pocos identificaban el verdadero problema.
En abril de 1935, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley de Conservación de Suelos creando, entre otras consideraciones, el Servicio de Conservación de Suelos dentro del USDA. Bennett fue nombrado posteriormente su primer director.
En Argentina la temática de la conservación del suelo siempre estuvo presente. En la década del 30 también Argentina sufrió sequías importantes faltando agua en algunas regiones hasta para consumo humano; eso motivó la gran emigración de pampeanos, cuando todavía era territorio nacional, a la ciudad de Buenos Aires y el Oeste del conurbano.
La Pampa y el Oeste de la provincia de Buenos Aires (donde los suelos son más arenosos y se registran menores precipitaciones), la mayor parte de la superficie en esos tiempos estaba dedicada a la ganadería y a la lechería. A pesar de esa situación de poca agricultura, sin observarse las catástrofes observadas en el país del Norte, fueron problemas preocupantes los movimientos de médanos, metros de arena sobre alambrados, falta de pastos para la hacienda, obstrucción de caminos entre otros. Esos inconvenientes fueron abordados técnica y científicamente por varias instituciones unos años después.
Hugh Hammond Bennett, quien falleció el 7 de julio de 1960, fue pionero de la conservación del suelo en su país y en el mundo.
Esa preocupación fue el principal motivo de la creación del primer grupo CREA en 1957, el Henderson-Daireux, justamente ubicado en el Oeste. Dificultades que originaron nuevas herramientas que reemplazaron a la tradicional reja y otras innovadoras tecnologías. Un año antes se creaba el INTA, cuyas experimentales y extensionistas abordaron el tema desde el primer momento contribuyendo a la conservación de este importante activo para las futuras generaciones de argentinos.
Años después nacía AAPRESID, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa, que promovió esa tecnología ubicando a nuestro país como líder a nivel mundial en esa materia.
Bennett escribió en el Manual de Conservación de Suelos editado por el Servicio de Conservación de Suelos que dirigió hasta 1951: “Es esencial tener en cuenta que en todas partes del mundo la conservación del suelo depende del uso apropiado de las diversas clases de terreno y de tratar a cada una según sus necesidades particulares. Este es el principio fundamental de la conservación de suelos y aguas en todo el mundo. Dado que las tierras de cultivo son las bases del sustento y la seguridad del hombre, constituyen su principal recurso natural. Por lo tanto, será mayormente en los millones de hectáreas de tierras laborables, pastos y bosques, que se extienden desde la Bahía de Hudson hasta el Cabo de Hornos, donde las democracias de América deberán obtener sus cosechas y productos del futuro”.
El 7 de julio es un buen momento para recordar que el recurso suelo es fundamental para proveer al hombre de su alimento, vestimenta y energía. Un hombre que no solo necesita abastecerse de esas necesidades, también exige que se elaboren cuidando ese activo para las futuras generaciones.
Fuente: elagrario.com / Ing. Agr. Gerardo Gallo Candolo / presidente de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios (Abopa).